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Guerrilla Girls
Nueva York. Colectivo artístico

En la intersección entre el arte y el activismo, Guerrilla Girls son una voz destacada de la última etapa del movimiento de arte feminista. Un movimiento que se ha ocupado de desbaratar ficciones que, como las de ‘artista genio’ y ‘obra maestra’, sostienen un concepto de arte independiente de su contexto social e histórico, forjado en el siglo XIX pero vigente en la actualidad. Ficciones que sirven para perpetuar los procesos de mistificación de un arte que se clasifica como mayor o menor dependiendo del sexo -y también de la raza- de quien lo produzca.

Los análisis feministas sobre el arte han desvelado que la excelencia de ese arte mayor elaborado por artistas varones, a quienes se les atribuye la ‘genialidad’, viene determinada por contraposición al valor secundario de un arte menor elaborado por las artistas mujeres.

El colectivo de artistas Guerrilla Girls inicia su andadura a mediados de los años ochenta contra el renovado ímpetu que experimentan esos procesos y ficciones con el auge del neoliberalismo. Manteniendo el anonimato -sus miembros se ocultan bajo máscaras de gorila y adoptan nombres de mujeres insignes fallecidas- el colectivo se centra en la dimensión política de su práctica, a la par que denuncia el olvido sistemático que sufren las figuras femeninas en las sociedades contemporáneas.

El trabajo de Guerrilla Girls, que ellas mismas definen como «la conciencia del mundo del arte», supone un punto de inflexión en las prácticas artísticas feministas por dos motivos:.

El primero está relacionado con la visión general que por primera vez se ofrece de los diferentes niveles y procesos que consolidan el sexismo en el arte, sin olvidar las conexiones que estos procesos mantienen, a su vez, con otras instituciones y ámbitos sociales. De hecho, han utilizado la comparación entre la posición que ocupan las mujeres en el arte y la que ocupan, por ejemplo, en la política o la empresa, para impugnar la creencia popularmente extendida de que el campo del arte es un terreno de vanguardia social, visibilizando su carácter conservador y su resistencia como bastión del sexismo. La voluntad del colectivo por trascender la endogamia del campo del arte también les ha conducido a explorar territorios limítrofes en la producción cultural que, como el del cine, relegan igualmente a las mujeres. En realidad, esta voluntad responde a la naturaleza activista del colectivo que fundamenta su práctica en el hecho de que el arte es un producto social e histórico y que es el análisis de las condiciones materiales de su producción el que explica su funcionamiento. La defensa de esta posición, que todavía en la actualidad atenta frontalmente contra la institución arte, les ha llevado a manejar técnicas que, como el diseño gráfico y otros recursos usados por la publicidad, se han empleado con profusión en el activismo político.

El cartel, que tanto las sufragistas como las feministas de los sesenta y setenta utilizaron habitualmente, ha sido el principal soporte con el que ha experimentado el colectivo. Los emblemáticos pósters de Guerrilla Girls se distinguen inmediatamente porque juegan a estetizar la estadística, la ciencia del Estado. Utilizan el lenguaje de la estadística, que refleja la realidad de las mujeres en el campo del arte y en otros ámbitos, para contrastarla con los objetivos que las sociedades democráticas dicen perseguir, con especial insistencia en el de la igualdad, poniendo de manifiesto su estrepitoso fracaso a la hora de alcanzar esas promesas. Estos carteles, que llevan a un primer plano la compleja interrelación de los agentes y los conceptos que rigen el campo del arte, son además la base de sus actividades, que comprenden desde su colocación en espacios públicos, por ejemplo, a las puertas de galerías de arte de Nueva York, hasta diferentes acciones en museos y otras instituciones culturales y sociales.

El segundo motivo que lleva a considerar el trabajo de Guerrilla Girls como un punto de inflexión en el arte feminista es que, a finales de los ochenta, el colectivo marca el cierre de una primera etapa fuerte de arte feminista. Esta etapa se inició a ambos lados del Atlántico a finales de los sesenta del pasado siglo, como parte de lo que en EE.UU se designa como ‘segunda ola’ del movimiento feminista, la que va después de la del sufragismo, y que, en Europa occidental, reteniendo a las feministas ilustradas, se conoce como la ‘tercera ola’ del feminismo. Esta diferencia, que responde a dos tradiciones políticas diferentes, genera dos relatos distintos que albergan diferencias de calado político. Además, la preponderancia que en ciertos círculos artísticos y feministas del Estado español está adquiriendo la escena feminista americana del arte de aquellos años genera a menudo una ilusión que confunde el contexto artístico, social y político americano con el propio.

A pesar de esas diferencias, el período que comprende desde finales de los sesenta hasta finales de los ochenta se caracteriza por el planteamiento de una nueva agenda política común para el feminismo de ambos continentes, que incluye la reivindicación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres -aún hoy pendientes en la mayor parte del planeta- y por el reconocimiento de una genealogía feminista que se remonta al menos hasta el sufragismo.

Durante ese periodo en el que se revisan los saberes heredados que distorsionan la imagen de las mujeres o sirven ideológicamente para perpetuar la dominación masculina y las sangrantes desigualdades sociales entre varones y mujeres, el arte feminista trabajó en múltiples direcciones y temáticas: en la construcción de una iconografía no falocéntrica, en la deconstrucción de los diferentes estereotipos y mitologías sobre las mujeres, en teorizar la mirada como un aparato ideológico, o en incorporar las cuestiones cotidianas de la vida de las mujeres como problemática de un arte feminista que cuestiona la dicotomía entre lo culto y lo popular y que explora los medios de comunicación de masas y la publicidad.

Los carteles, publicaciones y actividades de Guerrilla Girls son un reconocimiento a esta andadura feminista, se construyen a partir de ella, e invocan el conocimiento feminista como marco conceptual necesario para su correcta interpretación. Además, el trabajo de Guerrilla Girls muestra que los diferentes objetivos políticos planteados por el movimiento feminista de finales de los sesenta, no se han alcanzado aún y sigue luchando por su agenda política pendiente.

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